jueves, 12 de agosto de 2010

Sin saber...

Por qué sonreías así.

Por qué me mirabas a mí.

Por qué me tomabas el pelo, siempre feliz.

Por qué querías estar junto a mí.

Sin saber que me querías, me equivoqué.

Sin saber que te perdía, ni, hasta hora, el por qué.

Sin saber por qué no hablabas, ni a mí te acercabas, después.

Sin saber qué había cambiado, porque en ti no me fijé.

Cuántas veces he sufrido por amor no correspondido.

Cuánto odio no haber sabido lo que ahora yo ya sé.

Ojalá lo hubieses dicho, pues tal vez puediese ser.

Ahora ya, es tan tarde, mi niño, para nuestro amanecer…

Aún me mata el no verte, aún me duele el no saber.

Por poder habernos querido, y por tu miedo, y mi ceguera,
no haber podido.

Niño mío.