sábado, 23 de enero de 2010

REQUIETO II


El problema, dejando aparte sus innumerables inseguridades, era lo que al final siempre le pasaba a todo el mundo, no tenía la certeza sobre la otra persona, otra ramita del gran árbol de raíces extralargas, que formaba su vida. Lo conocía poco, en realidad, muy poco, se habían visto varias veces, pero solo hacía unos meses que se habían visto en realidad, desde aquel día, solo se encontraron 2 veces más, apenas habían hablado, apenas se conocían, pero, había algo, no sabía qué, pero algo que hacía que, cuando sus miradas se encontraban, el estómago le daba un vuelco, literalmente. La última vez que lo vio, le dio tan fuerte, que no entendía cómo nadie se había percatado de ello, tal vez él sí, pues cada vez que la veía, una especie de magnetismo invisible, le hacía acercarse irremediablemente, quitarse las gafas de sol, y encontrar sus ojos con los de ella, sabiendo sin saber, que había algo especial entre ellos. Tal vez fueran imaginaciones suyas, el chico era muy alegre con todo el mundo, también era más mayor que ella, no sabía cuanto, pero unos años, y aunque ella misma no quería creer nada, pues, aunque él sintiera lo mismo, ni siquiera tenía la certeza de verlo cuando había probabilidades de que así fuera; es curioso, podía ver a alguien todos los días y le daba igual, pero cuando le vio de verdad a él, ya no le encontraba nunca.
La última vez, él mismo le dijo que hacía mucho tiempo… “casi 5 meses”, pensó ella. No quería hacerse ilusiones, esa era la realidad, pero en el fondo no podía evitar pensar en ello, la mente no podía ser fuerte siempre.
Repasó varias veces su primera conversación de verdad, cómo la miraba, cómo de vez en cuando le tocaba el brazo, como bromeaba y ella le seguía las bromas, cómo le preguntaba por sus gustos, cómo aprovechaba para mirarla de reojo cuando ella apartaba la vista…cómo la penúltima vez fue directo a ella, cuando no tenía por qué acercarse, teniendo él prisa, y sentándose menos de 5 minutos para preguntarle qué iba a hacer en vacaciones, y cómo, cuando se marchaba, dio un pequeño saltito para tocar un cartel que había colgado en el techo, y hacer que se balanceara, con una sonrisa de oreja a oreja… “ja ja”, ella no pudo evitar reirse cuando hizo eso, él iba tan feliz, como si tuviera su misma edad, o menos.
Quería evitar pensar demasiado, y sacar conclusiones precipitadas, pero, al mismo tiempo, no podía evitar pensar en que, al fin y al cabo, que ella supiera eso no se hace con todo el mundo. Además, hasta los de su alrededor habían notado el nerviosismo del chico. No hablaba de un amor para toda la vida, pero ahí algo había, eso, o estaba loco él, y ella también.
Qué lástima que esa buenísima sensación que le quedaba al recordar todo aquello (que más que meses, parecía que habían pasado unas horas, por todos los detalles que recordaba), durara tan poco, y que, tan pronto, sus miedos volvieran a aparecer, qué lástima.
Es curioso cómo, independientemente de la edad, cultura, situación social, todos, pasamos por lo mismo; sufrimos, reimos, lloramos, gozamos, nos lamentamos…
Y qué dificil sería quitarse todos esos complejos de encima.
Aunque sabía una forma de poder superarlos, o intentarlo, pero, para que eso ocurriera, o no, tendría que esperar…

miércoles, 20 de enero de 2010

ANUNCIO POR PALABRAS

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martes, 12 de enero de 2010

REQUIETO

Esa sensación no podía ser normal, esos extraños momentos, no era natural. Serían las circunstancias, que la apartaban de la realidad y las distancias. Tenía que haber alguna explicación, algo coherente y con razón. Pero ahora no le salía nada, precisamente en la coherencia no pensaba. Estaba harta de pensar las cosas, de tener sentido común y ponerse losas. Quería que, por una vez, todo no fuera tan complicado, que los problemas quedaran de lado. Que todo en lo que tuviera que poner sentido, fuera en tantos sentimientos reprimidos. No se arrepentía de sus decisiones, las cosas que uno hace son sin condiciones. No lamentaba sus obligaciones, estaba orgullosa de sus valores. Era feliz con su vida, aunque podría ser mejor, no estaba reprimida. Es verdad que no tenía la suerte que otras personas en cosas que cualquiera toma por cotidianas pero, después de todo, tenía suerte de poder valorar lo importante de verdad.

Aunque, últimamente su interior no estaba tranquilo, había algo que la mantenía en vilo. Sentía que en alguna parte de su ser había algo vacío, que nadie de su alrededor podía ocupar, algo frío. Su corazón latía rápido, sus nervios a flor de piel, y su carácter un día agrio y otro dulce como la miel. Tantos cambios no eran para nada normales, pero tampoco lo sería si fuera feliz a raudales. Pues los de su alrededor no lo comprendían porque no sabían nada, pero si lo hubieran sabido comprenderían a la perfección, extrañándose de otra reacción. ¿Por qué no se lo decía entonces? Pues porque por mucho que lo entendieran no era algo para gritar a voces. Su corazón no se lo pedía, soledad e intimidad es lo que quería. Hay cosas en la vida que por mucho que tal vez debieras contar para apoyo recaudar, no puedes hacerlo, puede que por vergüenza, o por simple humanidad.
No sabía qué hacer, no sabía qué decir, no sabía qué pensar, no sabía si quiera, si aquello estaba bien o mal.
Había sufrido mucho, más de lo debido, en todos los aspectos, hasta en lo que no recordaba haber vivido.
Estaba sola, estaba mal, estaba a todas horas sufriendo sin cesar. No por el hecho que a todas horas estaba presente en ella, no, por sentir, tal vez, más de la cuenta. Era ella misma quien se lo producía, con sus miedos, sus recelos, su inseguridad infinita. Estaba jodida, por supuesto, eso lo reconocía, lo proclamaban los hechos, pero la cabeza influye mucho en el cuerpo, la mente es fuerte, la carne se lleva por ello. Por mucho que lo que sentía en su interior fuera sano, y bonito, y hacia alguien distinto que los demás, mejor, parecía. Ella misma se castigaba, no quería sufrir más, era una cobarde, lo reconocía, para todo, o tal vez no, pero eso sí que la intimidaba.
¿Cómo se podía sufrir tanto por algo que ni siquiera has vivido realmente? Por algo que solo has visto en las películas, por algo que has contemplado con alegría en los que te rodean.
¿Cómo se puede ser tan tonta de lamentarse por algo que no has experimentado? Ya lo sabía, lo sabía desde antes de hacerse todas esas preguntas, pero era su maldita forma de ser, que a la vez que le hacía sufrir en exceso, también le obligaba a no decirse las cosas claramente, para no hacerse más daño del que ya se hacía. El silencio que tanto rogaba a su interior, hacía oídos sordos, era hora de reconocerse a sí misma. Tenía miedo, estaba claro, estaba aterrorizada, suponía que, probablemente, sería por todos esos desengaños que le habían llevado a una especie de fobia. Fobia. F-O-B-I-A. Se reía de sí misma, ¡qué patética se sentía! Era patética, en realidad. “¡Qué vergüenza! Si alguien me oyera…” ¿Y qué nombre tendría esa fobia? ¿Acaso existía de verdad? No lo sabía, no tenía ni idea de nada, hacía ya mucho que su seguridad se había esfumado, demasiado joven para algo así, pero, ya se sabe, la realidad siempre supera a la ficción… Ficción. Esa era su vida, una novela, pero sin esos nombres tan raros y complicados, aunque en drama iba por el estilo, cualquier día le saldría un hermanastro secreto o algún rollo así; uf, esperaba que no, solo le faltaba eso.
Amaba, o eso creía, al fin y al cabo, hoy en día, ya nadie tiene muy claro que significa exactamente ese verbo.
Bueno, por fin lo había dicho, pero solo a sí misma, algo es algo, pero ese algo ya lo sabía...

(CONTINUARÁ…)

sábado, 9 de enero de 2010

ME ENCANTARÍA

Cómo desearía hacerte feliz día tras día.
Cómo querría vivir contigo un amor tan fiel y bonito.

Tan feliz sería teniendo la suerte de compartir nuestra vida.
Tanta dicha tendría al sentir cómo tu amor mi herida curaría.

Todo mi ser se colmaría de alegría, siendo tú exclusivamente su guía.
Sabiendo que me quieres y que tus sentimientos son fieles.

Eres mi dicha, mi luz, mi fuerza mi conquista.

Qué dulce, un amor tan puro, qué fuerte, claro y seguro.
Qué plenitud compartir algo con tal sinceridad y virtud.

Que tú, como yo, sintieras esa locura de amor por la otra persona.
Que tu cuerpo, como el mío, se estremeciera con sólo oír su voz, tu voz, mi voz.

Que de ti rebosara una armonía tan clara y una serenidad tan plena que tu corazón se llevara por ella.

Pletórica me sentiría si por mí sintieras lo que yo por ti cada día.

Que por mucho que otros dijeran a ti no te importara, porque simplemente me quisieras.

Con sólo ver tu cara se me dibuja una sonrisa de atontada.

Ojalá sintieras la mitad de lo que yo ahora, eso sería que me amarías con la intensidad de la luz del día.

La dulzura de tu alma bañando en dulzor la mía.
Y caminar juntos ante la vida, siempre de frente, esquivando minas.

Y que como la luna nuestro amor fuera tan hermoso que pareciera inalcanzable.

Me encantaría que fueras mi poeta y yo tu poesía.
Me encantaría que fueras mi cómico, para reír cada día.
Me encantaría sentir tu inseguridad, para apoyarte con entrega y serenidad.

Y me encantaría ser tu vida, para así estar contigo hasta el fin de los días.

miércoles, 6 de enero de 2010

UN LIENZO EN BLANCO

Año nuevo, lleno de esperanzas, ilusiones.
Año nuevo, repleto de sueños, sin miedos, ni decepciones.
Vida nueva, algo difícil, casi imposible.
Año nuevo, de ser feliz, de dejar de sufrir.
Vida nueva, sin dolor, sin penas.
Nuevos días, que se aproximan.
Ganas de todo, ante un lienzo en blanco.
Llagará poco, de lo que ansío me estuviera esperando.
No tengo futuro, no tengo ganas de dibujarlo, no quiero ver mi vida en abstracto.
Año nuevo, viejos colores.
Año nuevo, vida de siempre.
Año nuevo, pintado en mi mente.