martes, 12 de enero de 2010

REQUIETO

Esa sensación no podía ser normal, esos extraños momentos, no era natural. Serían las circunstancias, que la apartaban de la realidad y las distancias. Tenía que haber alguna explicación, algo coherente y con razón. Pero ahora no le salía nada, precisamente en la coherencia no pensaba. Estaba harta de pensar las cosas, de tener sentido común y ponerse losas. Quería que, por una vez, todo no fuera tan complicado, que los problemas quedaran de lado. Que todo en lo que tuviera que poner sentido, fuera en tantos sentimientos reprimidos. No se arrepentía de sus decisiones, las cosas que uno hace son sin condiciones. No lamentaba sus obligaciones, estaba orgullosa de sus valores. Era feliz con su vida, aunque podría ser mejor, no estaba reprimida. Es verdad que no tenía la suerte que otras personas en cosas que cualquiera toma por cotidianas pero, después de todo, tenía suerte de poder valorar lo importante de verdad.

Aunque, últimamente su interior no estaba tranquilo, había algo que la mantenía en vilo. Sentía que en alguna parte de su ser había algo vacío, que nadie de su alrededor podía ocupar, algo frío. Su corazón latía rápido, sus nervios a flor de piel, y su carácter un día agrio y otro dulce como la miel. Tantos cambios no eran para nada normales, pero tampoco lo sería si fuera feliz a raudales. Pues los de su alrededor no lo comprendían porque no sabían nada, pero si lo hubieran sabido comprenderían a la perfección, extrañándose de otra reacción. ¿Por qué no se lo decía entonces? Pues porque por mucho que lo entendieran no era algo para gritar a voces. Su corazón no se lo pedía, soledad e intimidad es lo que quería. Hay cosas en la vida que por mucho que tal vez debieras contar para apoyo recaudar, no puedes hacerlo, puede que por vergüenza, o por simple humanidad.
No sabía qué hacer, no sabía qué decir, no sabía qué pensar, no sabía si quiera, si aquello estaba bien o mal.
Había sufrido mucho, más de lo debido, en todos los aspectos, hasta en lo que no recordaba haber vivido.
Estaba sola, estaba mal, estaba a todas horas sufriendo sin cesar. No por el hecho que a todas horas estaba presente en ella, no, por sentir, tal vez, más de la cuenta. Era ella misma quien se lo producía, con sus miedos, sus recelos, su inseguridad infinita. Estaba jodida, por supuesto, eso lo reconocía, lo proclamaban los hechos, pero la cabeza influye mucho en el cuerpo, la mente es fuerte, la carne se lleva por ello. Por mucho que lo que sentía en su interior fuera sano, y bonito, y hacia alguien distinto que los demás, mejor, parecía. Ella misma se castigaba, no quería sufrir más, era una cobarde, lo reconocía, para todo, o tal vez no, pero eso sí que la intimidaba.
¿Cómo se podía sufrir tanto por algo que ni siquiera has vivido realmente? Por algo que solo has visto en las películas, por algo que has contemplado con alegría en los que te rodean.
¿Cómo se puede ser tan tonta de lamentarse por algo que no has experimentado? Ya lo sabía, lo sabía desde antes de hacerse todas esas preguntas, pero era su maldita forma de ser, que a la vez que le hacía sufrir en exceso, también le obligaba a no decirse las cosas claramente, para no hacerse más daño del que ya se hacía. El silencio que tanto rogaba a su interior, hacía oídos sordos, era hora de reconocerse a sí misma. Tenía miedo, estaba claro, estaba aterrorizada, suponía que, probablemente, sería por todos esos desengaños que le habían llevado a una especie de fobia. Fobia. F-O-B-I-A. Se reía de sí misma, ¡qué patética se sentía! Era patética, en realidad. “¡Qué vergüenza! Si alguien me oyera…” ¿Y qué nombre tendría esa fobia? ¿Acaso existía de verdad? No lo sabía, no tenía ni idea de nada, hacía ya mucho que su seguridad se había esfumado, demasiado joven para algo así, pero, ya se sabe, la realidad siempre supera a la ficción… Ficción. Esa era su vida, una novela, pero sin esos nombres tan raros y complicados, aunque en drama iba por el estilo, cualquier día le saldría un hermanastro secreto o algún rollo así; uf, esperaba que no, solo le faltaba eso.
Amaba, o eso creía, al fin y al cabo, hoy en día, ya nadie tiene muy claro que significa exactamente ese verbo.
Bueno, por fin lo había dicho, pero solo a sí misma, algo es algo, pero ese algo ya lo sabía...

(CONTINUARÁ…)

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