miércoles, 23 de diciembre de 2009

EL SUEÑO DE MI VIDA

Verdes eran los prados, en los que descalza caminaba. Sucio, el barro que pisaba. Fresca brisa que le rozaba la cara. Y nubes blancas que, poco a poco, se agrupaban. Todo estaba oscuro, o tal vez no, tampoco importaba. No veía nada, pero lo sentía, no sabía cómo, pero estaba ahí. Se sentía bien… no, ni siquiera eso, pero al menos se sentía; más no podía pedir, más, nunca llegaría. Estaba, en cierto modo, asustada, notaba algo raro en el ambiente, no sabía cómo, pero podía percibirlo; al igual que todo lo demás. Era como si se estuviera acercando a un precipicio, no estaba segura de ello, pero era como si, de un momento a otro, el suelo fuera a desaparecer bajo sus pies. Ya se notaba cayendo al vacío sin cesar, a gran velocidad, sin poder hacer nada más que resignarse.
Aún palpaba con los pies la hierba mojada, ¿cuándo había llovido? Y no lo había hecho, eran sus lágrimas.
Todo aquello era demasiado extraño, ¿no estaría soñando? Probablemente pero, por una incomprensible razón, no quería despertar, prefería estar allí, al menos, el dolor no sería tan insoportable como en la realidad; al menos, allí, se podría curar.
El viento mecía levemente las hojas de unos árboles que hasta ahora no había notado a su espalda. El ligero ruido que hacían al chocar entre sí era tan relajante que le hacía sentir una gran paz interior. El conjunto de sensaciones, la otorgaban cierta serenidad ante su repentina “ceguera”; lo tenía todo controlado, sus sentidos se habían agudizado, en el sueño al menos, lo bastante como para solventar cualquier problema por la inminente oscuridad.
Ahora sí estaba segura de estar soñando; y era feliz, o algo parecido, después de mucho. Sentía que su vida se había convertido en aquel campo donde se soñaba; y que cada cosa que percibía era una parte de ella, conocida o no; esa mezcla de sensaciones… Era su día a día, si vida convertida en un sueño; un sueño del que no despertaba aunque supiera que lo era; un sueño que la pertenecía solo a ella; un sueño con mensaje, pues ¿por qué no veía lo que sabía que estaba ahí? ¿Y por qué, en el fondo, sabía que si abría los ojos lo vería todo a la perfección? Pero, si los abría, no vería el prado, ni los árboles, ni el riachuelo que… ¿de dónde había salido eso? No, lo que vería sería su habitación a oscuras, su techo blanco y agrietado, y la pobre luz que llegaba por la ventana a través de los pequeños huecos de la persiana medio rota.
Entonces lo entendió. “Ojos que no ven, corazón que no siente”. Su subconsciente la estaba avisando: es importante saber las cosas, saber lo que hay, vivir con ello, y luchar cuando lo precise; pero, a veces, no viene mal cerrar los ojos un rato, y dejar de sufrir. No, no dejar de sufrir, simplemente amortiguar el dolor. Desconectando, pero, sin olvidar.
Así pues, justo en el instante en que reconoció, y aclaró, lo que en su interior era algo cristalino, despertó. Y fue entonces cuando, por vez primera, creyó abrir los ojos de verdad. Sabía que por ello no sería menos duro. Sabría que cada vez tendría que luchar más, y que cada vez estaría más cansada, pero, desgraciadamente, esa era la única “salida” que se podía permitir. La única.
Los problemas no cesaron, los dolores tampoco, pero así, se convenció, podría, debía enfrentarlos, en adelante, esa era su única vía.
Al menos, siempre podría volver a soñar.

2 comentarios:

  1. Muy bonito^^

    La realidad a veces nos puede parecer muy dura..., pero no tenemos más remedio que abrir los ojos para no permanecer engañados. Que duele más la verdad o la mentira?, para mi la mentira.

    Felices Fiestas Guapisima!

    Besitos

    ResponderEliminar
  2. Gracias Casteee! Feliz Navidad y próspero año nuevo. Besos!

    ResponderEliminar

Gracias por opinar.